La lluvia y la contaminación, los efectos que puede causar la sequía

Contaminación

La calidad del aire, es un aspecto crucial de nuestro bienestar diario, que se ve influenciada por factores que a menudo pasan desapercibidos. Entre ellos, este 2024 la sequía emerge como un protagonista con efectos significativos. Aunque, en 2023, fenómenos como el viento y las altas temperaturas ya nos mostraron su fuerza alterando la calidad del aire en nuestros espacios cerrados. Este año, la preocupación se centra en un factor igualmente disruptivo: la prolongada poca presencia de lluvia. Especialmente, en España y otras regiones de Europa. Pero ¿Cómo influye exactamente la falta de precipitaciones en la atmosfera? En Venfilter, te mostramos una revisión de los beneficios de la lluvia y como interactúa con los contaminantes para afectar a la calidad del aire.

¿Qué es la deposición húmeda? 

Unos de los mecanismos que funcionan para la limpieza atmosférica son los de deposición. Existen dos procesos de deposición principales, la deposición seca y la deposición húmeda. Tal como se intuye por sus nombres, mientras la deposición seca no necesita precipitaciones, la deposición húmeda sí.

Por consiguiente, el fenómeno conocido como deposición húmeda se produce con la precipitación. Este proceso requiere la presencia de hidrometeoros en la atmósfera, lo que significa que no puede suceder con la lluvia, sino también otras manifestaciones como la nieve y la niebla.

El proceso de deposición húmeda ocurre cuando las precipitaciones, en forma de lluvia, nieve… Capturan y transportan las partículas hasta el suelo terrestre. A su vez, también se disuelven algunos gases presentes en la atmosfera cuando el agua entra en contacto con ellos. Este fenómeno es fundamental para entender cómo las lluvias influyen en la calidad del aire de las ciudades, afectando directamente a la calidad del aire que respiramos en los hogares y a la composición química terrestre. 

Un claro ejemplo de los efectos de la deposición húmeda es lo que comúnmente se llama “lluvia marrón” o “lluvia de barro”. Este fenómeno ocurre cuando partículas de polvo sahariano, presentes en la atmósfera y especialmente prevalentes en España, son arrastradas hacia el suelo por las precipitaciones. En consecuencia, durante este año, en regiones que han experimentado una escasez de lluvias, se ha observado un aumento significativo en la incidencia de problemas relacionados con alergias este tipo de polvo. Este efecto subraya la relación directa entre las condiciones meteorológicas y la concentración de alérgenos en el aire, poniendo de manifiesto la relevancia de la lluvia en la modulación de la calidad del aire que respiramos.

Polvo de origen sahariano depositado en el Pirineo de Huesca con nevada posterior.
Fuente: AEMET. Crédito: Guarda del refugio Angel Orús. / Maldita.es

La contaminación atmosférica y los efectos del agua

Ahora pasaremos a ver en detalle el papel que desempeña la precipitación en la mitigación de elevadas concentraciones de contaminantes atmosféricos. Aunque el agua tiene la capacidad de disminuir la presencia de diversas sustancias nocivas en el aire, incluyendo gases y aerosoles. Este artículo se enfocará primordialmente en los contaminantes de mayor relevancia para la calidad del aire en relación con la lluvia. Como, por ejemplo, las partículas en suspensión, destacando PM10 y PM2.5, así como distintos gases críticos, como el ozono (O3), los óxidos de nitrógeno (NOx) y el amoniaco (NH3).

Partículas en suspensión

En general, el agua posee la capacidad de capturar y remover partículas de material particulado (PM10 y PM2.5), así como gases solubles. Esto implica que las precipitaciones juegan un rol fundamental en la reducción de la concentración atmosférica de contaminantes como el polen, el polvo, metales y otros residuos. Con lo cual, con la situación de sequía que se vive en ciertas zonas del territorio español puede agravar los episodios de alergias a lo largo de esta primavera. 

Es importante resaltar que la capacidad de la lluvia para mitigar la contaminación atmosférica varía significativamente según la intensidad de la misma. En el caso de las partículas PM10, incluso precipitaciones leves son suficientes para facilitar su deposición en el suelo, atenuando así sus efectos nocivos en la calidad del aire. No obstante, esta dinámica se complica en las partículas PM2.5, las cuales requieren de eventos lluviosos de gran intensidad para ser efectivamente removidas de la atmósfera y solo esos casos se elimina un 8,7% de los contaminantes. Por otro lado, para las partículas PM1, la influencia de la lluvia es tan mínima que sus efectos sobre estas partículas son casi imperceptibles.

Asimismo, en una investigación llevada a cabo en 2015 por especialistas en química y física atmosférica, se determinó que el tamaño de las gotas de lluvia también influye en el efecto que se genera. Los hallazgos revelaron que las gotas más diminutas poseen una mayor eficacia en atraer aerosoles, contribuyendo significativamente a la reducción de la contaminación atmosférica. Adicionalmente, la humedad que genera la lluvia también resultó ser útil en ese proceso.

Los gases atmosféricos 

En primer lugar, se produce la dilución de partículas en el aire, pero casi al mismo tiempo ocurre la disolución de los gases a través del agua. Es importante destacar que el comportamiento del agua ante distintos tipos de gases no es el mismo. Por ejemplo, el agua tiene una mayor eficacia al interactuar con gases como el azufre y el amoniaco, en comparación con su efectividad frente a los óxidos de nitrógeno.

En el análisis de la interacción entre las precipitaciones y la calidad del aire interior, es fundamental subrayar que ciertos gases, al entrar en contacto con el agua, pueden generar efectos adversos. Específicamente, gases tales como los óxidos de nitrógeno (NOx) y los dióxidos de azufre (SO2), son precursores de la lluvia ácida, la cual ejerce un impacto nocivo sobre los ecosistemas.

La relación entre las tormentas eléctricas y la variabilidad de los niveles de ozono en la atmósfera suscita un debate. Por un lado, se argumenta que las descargas eléctricas, al interactuar con el oxígeno presente en el aire, pueden incrementar la concentración de ozono. Cabe recordar, que el ozono situado en la troposfera representa un considerable riesgo para la salud. Por otro lado, una perspectiva alternativa sostiene que las tormentas eléctricas caracterizadas por una marcada inestabilidad atmosférica promueven una eficaz dispersión de los contaminantes, gracias a la intensidad de las precipitaciones y los vientos asociados. Desde esta óptica, no sería apropiado vincular directamente el aumento de ozono con las tormentas.

 

 

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